miércoles, 2 de junio de 2010

tsoL

Era tibieza en partes, y hielo y roca en otras partes. Suspiraba, si, cada vez que el aire se lo permitía. Murmuraba (quiza susurrase incluso en ocasiones), destellos de una escritura olvidada, en una tierra que sufrió la misma desventura. ¿Podría alguien (tal vez alguna criatura a temporal), llamar palabras a aquel torrente de vocablos que brotaba ferviente de sus labios?
No existía sociedad, ni cultura, ni organización posible dentro de aquel territorio inóspito.
Y la muerte, implícita en cada partícula de vida, radicaba en la imposibilidad de evolución.

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