sábado, 5 de junio de 2010

Inside.

Treinta y tres horizontes dibujados en el fondo de mi cama. Desdoblo las sabanas, que parecen espejos, y me redescubro en cada situación de mi vida. No podría imaginar cual es el final, cual es la última vuelta de la pista. Las fichas se reagrupan con cada latido, con cada bocanada de aire nuevo, el río que corre en mí no aparenta cansancio (aunque las apariencias engañen).

Soy yo. Estoy acá. Todos los días, todo el tiempo, a cada segundo. Vivir.
Realidad, ficción, calma, tormentas. Disfrutar el sonido, los silencios, el tocarte. Las noches de verano, las tardes de abril, los soles en agosto. El agua en forma de lluvia, en forma de lágrimas, en forma de agua, en forma de superstición.
Van a venir y me van a ver. No estoy escondiéndome, estoy preservándome. Correr y correr y correr. Y rasguear la piel, atravesar las barreras que me impone la naturaleza, poco sabia en las cuestiones del corazón.
Todos bien sabemos que nunca seré del todo transparente. Usándome, como si fuese eso lo único que necesito. Vamos a dejar las cosas en claro, ya no puede haber escondrijos entre nosotros. Ustedes saben quien soy, yo se quienes son todos y cada uno de ustedes.
Ahora si, cambiemos de tema. Tengo un tesoro pendiente para el día de hoy. El cerebro abierto de par en par, para que se airee y recomponga sus tejidos. Entre mis órdenes del día se encuentran: tender la cama, lavarme la cara y respirar.

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