sábado, 5 de junio de 2010

Intervalos

Anoche me volvió a pasar: me quede dormida escribiendo. Un garabato apenas visible adorna mis palabras y se deja recorrer, ansioso de que descubra que me quiere decir con tanta fragilidad.

Estudio que quise decir yo con lo que alcance a escribir y no encuentro motivos (esta sonando una canción de Luís Miguel en la radio...):
"Aun ahora, cómoda, calentita y a salvo (como anoche), no logro entender el porque de la angustia. No comprendo el porque de las lagrimas derramadas. La necesidad de irme volando... -y lo que sigue me lo reservo-". Inevitablemente.






Y acá estoy, otra vez, contemplándome. Sintiendo cuan frías están mis manos, oliéndome el pelo, escuchando música para bailar.
Desde cierta distancia, me llegan las voces de ellas, que se están contando sus cosas. Se ríen, lloran. Ayer a la tarde les prepare tostadas para merendar.
Hace un rato me puse a escuchar Pink Floyd y fui feliz. Siempre soy feliz cuando escucho a Pink Floyd. La vida cambia.
No quiero que nadie me robe el espacio, pero resulta que hoy es domingo y eso es inexorablemente improbable de suceder.
Hace ya bastante tiempo que me siento como Ms. Burns, en el capitulo de los Simpsons, donde el doctor le dice que tiene tantas enfermedades que esta perfectamente bien de salud solo porque las enfermedades se bloquean a si mismas, impidiéndose la entrada el sistema inmunológico. Solo que a mi me toca verlas luchar por colarse en mi cerebro, en mi piel, en mis huesos y agredirlo, agredirla, agredirlos, agredirme... No quiero.
No necesito susurrar.

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