jueves, 5 de julio de 2007

.... * mirandose * ....


En blanco, como una tela de araña en una lámpara vieja. Reflotando como las palabras que se escurren en el colador de los ñoquis que cenamos hoy al mediodía. Mis lágrimas siguen aferrándose a tus sábanas con el último aliento de quien intenta ser feliz por primera vez. La nena tiene las manos sucias. El verano esconde canículas inconclusas, y bebemos de ambas fuentes: la de Leteo y la de Mnemosine. Porque la sed es tan necesaria de saciar, que poco nos interesa la procedencia del salvador.
El trazo se mezclará y se confundirá con otro. Se aclarará, oscurecerá y arruinara la magia del momento […No me gustó como nos despedimos, daban tus labios rocío y no bebí…].
Burlando las reglas del juego, juego a ser la hija de nadie. Inventándole un final a los cuentos mas contados y relatando intrigas que fueron ninguna leyenda.
A todo el mundo, una canción que te dediqué.

domingo, 1 de julio de 2007

¨ La Belleza No Se Mira, Solo Es Mirada ¨


Desnudos los cuerpos, despojados d orgullo. Cuando la mente se libera d buenos pensamientos, surge en ella el deseo primitivo d matar. Majestuoso instinto asesino. En mi, ideas, personas, actitudes.Recurro a lo mediocre q me resulta ser yo : tomo jugo tang d naranja y pido un te con sacarina. Espero en el anden d los colectivos al tren q hace convinacion con aquella aerolinea q desembarca en la cuidad q amo, esa q solo sabe de dias grices y lluviosos. Mantengo larguisimas conversaciones con mi ego, mi orgullo y mi soberbia, q resultan tener un parecido a la partida q se libra entre un esclavo y el campeon mundial d ajedrez, y yo solo conozco loa movimientos del pobre peon. En esas situaciones, siempre encaro el mismo papel: el d yo misma. El escenario muta entre mi conciencia, la tuya, el rechazo, la necesidad, tu negligencia, mis fracasos, las oprtuniudades q nunca nos dimos...El director y productor d esas obras macabras, no es mas q el olvido, y eso es perjudicial para mi salud. Nunca conservo un mismo papel y casi siempre, termino vendiendo pochoclos en la entrada del teatro. Asi es, me relevan del cargo q conlleva pertenecer a mi vida...Mejor hablemos d como es escuchar.Eso q casi nunca haces conmigo, porq la mesa d tres patas siempre es mas interesante q yo, q solo tengo dos piernas y no sirvo para apoyar nada... salvo tus confeciones. Esas q volcas en mi, como quien descarga un tonel d basura en un contenedor vacio. Asi, mis veredas se saturan d tus palabras, q lo unico q anhelan es verte dormir a mi lado, cuando tengo tanto frio q no puedo ni hablar, orq se me cierran los ojos si lo intento.Escribo y se me viene a la memoria una bandada d pajaos silvestres. Uno se muere, se descolora y pierde tres plumas. Ese es mi obsequio favorito, aunq encierre el morbo q m acelera el corazon y me estremece complulsivamente. Y MI ROSTRO CONTRA EL SUELO, HELADO. Y mi cuerpo contra el espejo, desnudo. Y mi risa nublada por la marea del cielo, metirosa. Y mis pies descalzos q t rodean hasta convertirte en parte de mi, del modo mas simple. Soy mala en lo q hago mejor, soy capaz d ser incapaz, solo cuando no me revuelca el institno...

Inedito...


Éramos en un espacio tranquilo, sin sobresaltos mayores por los cuales preocuparse demasiado. Nuestra rutina era solo eso: rutina. Corriente, uniforme, estructurada e inalterable. Vestíamos atuendos de gente normal, ocupada, gris. Todo gris o entre sus peculiares matices (recurso agotado). Nuestro tiempo valía oro, era oro, mas que todo y no era nada. Se escurría como agua, como arena, como tiempo perdido, era triste.
Mirábamos siempre como al pasar, sin detenernos, sin ensimismarnos con ningún rostro, ninguna mirada, ningún jardín. Sin tener ganas de devorar con los ojos a ninguna criatura a nuestro alrededor. Los aromas eran perfumes importados, que protegíamos en sus valiosísimos estuches, eran solo una marca (aerozeppelin).
Hacíamos el amor como nunca habíamos aprendido, como nunca nadie nos había enseñado. Mecánicos, estáticos, inertes. Escenas repletas de rituales demagogos, desprovistos de caricias sanas y melancólicas. Siempre en los límites del placer, fuera de el. Espiándolo apenas, por la abertura que se dejaba adivinar en los portales del deseo, que jamás nos quiso, pobre de nosotros idiotas.