miércoles, 2 de junio de 2010

Charito.

Su mirada era despreciable. Nos comía la carne a jirones, con rebeldía, desde sus ojos de un negro intocable. La calles estaba helada por completo, y el césped tenia tanto frío que se había puesto morado. Nosotros teníamos tanto miedo, que no nos atrevimos a mover ni un reflejo, por si las moscas. El aire era tan denso que volaba a un millón de años luz y sus ráfagas de odio nos zamarreaban el pelo. El seguía inmune a cualquier amedrentamiento de nuestra parte, estaba más que seguro de lo que haría.
Solíamos conocernos y el exterior comienza a influir en nosotros. Venganza.
Esperábamos, pacientes. En tanto tu sweater se teñía cada vez mas rápido de la tinta china que se escapaba por tus poros, que no era mas que la ira que nunca supiste expulsar de tus oídos. Te laten las manos cuando te enojas, se te fruncen lo orificios nasales y los ojos se te hunden, lentamente. No como en un viaje, más bien como en un sepulcro (la originalidad nunca fue tu fuerte, por eso, tu pelo sigue siendo tan gris como siempre).
En tanto que pensábamos como desarmar el embrollo en el que nos metimos casi sin saber, el tipo de la mirada de mierda, se cruzo y nos rozo con malicia. Se mofo de nuestro triste aspecto y no supo que hacer cuando me salto la furia de las entrañas y lo encare, cagada hasta las pelotas.
Le arranque los ojos de una. Si lo dejaba pensar, nos comía el alma cruda, sin dejarnos pestañar siquiera. Se prendió fuego como una hoja de agua. Se derritió como un no metal y se expandió por el asfalto, que absorbió sus propiedades de gas noble y lo petrifico, con el alma al aire.
Tu expresión fundida en un sin fin de otras expresiones te hacia brillar de incredulidad. Me agarraste fuerte de la mano y me ayudaste a cruzar la calle.
Aun conservaba los ojos del miserable en mi bolsillo agujereado. Se habían convertido en dos planetas diminutos que giraban a una velocidad abismal, como un electrón excitado. Así estábamos, excitados, con ganas de hacer nada y sentir tanto, que no nos atrevíamos a empezar. Venganza. Nuestra. Le arrebatamos la necesidad y la hicimos nuestra.
Te pedí que no te duermas, que no me dejes sola... y me regalaste el planeta más hermoso.

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